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Bruno Ferreira: Cielo sudado
Galería Hilario Galguera
En Cielo sudado, Bruno Ferreira (Brasil, 1986) despliega un cuerpo de obra que se construye desde la fricción: entre lo íntimo y lo colectivo, lo erótico y lo político, lo humano y lo animal. Instalaciones, esculturas y objetos se entrelazan en un paisaje sensorial donde lo corporal no se representa: se performa, se encarna, se desborda.
Lejos de toda contemplación pasiva, la muestra activa zonas de tensión en las que el deseo se presenta como un campo de batalla simbólico, afectivo y material. Ferreira, cuyo trabajo se inscribe en una estética queer latinoamericana, aborda problemáticas vinculadas a la marginalidad y la economía libidinal desde una práctica especulativa que no busca ilustrar, sino implicar: envolver al espectador en una atmósfera compartida de sudor, calor y ambigüedad.
Cada obra en Cielo sudado funciona como un dispositivo sensible que interroga las formas en que el deseo se articula con el poder, la normatividad y el archivo. Sombrillas, lenguas, frutas, órganos, maniquíes, animales y medicamentos se presentan no como símbolos fijos, sino como superficies porosas, abiertas al intercambio, al contagio, al gesto.
Ferreira propone una política del cuerpo que no se expresa como discurso, sino como energía: una política encarnada que trastoca las tecnologías contemporáneas de la visibilidad, del control, de la farmacología. En su obra, el erotismo se desmarca de lo meramente sexual para devenir ritual, exceso, juego y disciplina. Lo queer no se ofrece como identidad, sino como orientación: como posibilidad de desvío.
“Parto del cuerpo, del contacto físico, de una superficie cargada de afecto”, señala el artista. Desde ahí, la exposición se despliega como un laboratorio de ficción libidinal donde se ensayan modos alternativos de habitar el deseo: como archivo, como memoria, pero también como potencia de mundo.
Las obras se presentan como fragmentos de relatos abiertos: escenas suspendidas que sugieren otras formas de organización del placer. En Tropical, la ambivalencia marca el tono de la muestra: piernas masculinas sostienen un paraguas del cual cae una lluvia artificial, en un gesto tan absurdo como siniestro. La imagen remite a los modos en que los cuerpos se visibilizan y se ocultan en el espacio público, atrapados entre el deseo de mostrarse y la necesidad de protegerse.
En Gloria, dos órganos cerámicos se deslizan por la pared hasta encontrarse en el suelo, en una configuración que evoca tanto el glory hole como el beso. Lo íntimo se entrelaza con lo
grotesco, en una coreografía donde la ternura y la obscenidad se rozan sin fundirse. Aquí, el deseo se inscribe como zona micropolítica, donde lo posible aún no está del todo escrito.
Cocos presenta una arqueología ficcional del placer: piezas grabadas con gestos eróticos conviven con frutos naturales. Como en los vasos griegos, lo erótico es también narración, pero aquí se graba sobre superficies donde se tensionan los límites entre archivo y fetiche, entre reliquia y residuo.
En Tic Tac, cápsulas modeladas en cerámica se ensartan como si fueran íconos comestibles del régimen farmacopornográfico. La obra apunta no sólo a la medicalización del cuerpo, sino a la administración del goce como forma de control.
En Juego de papeles, un animal de cerámica aparece contenido en una valija, como vestigio de un viaje imposible o evidencia de una investigación inconclusa. La escena alude tanto al imaginario inicial del VIH como a una crítica al exotismo tropical desde una óptica queer, donde el mono — figura desplazada, imitativa, entre lo humano y lo animal — se convierte en un espejo grotesco del deseo y sus políticas de representación.
Ferreira construye un paisaje afectivo donde el calor, la humedad y el sudor se revelan como fuerzas políticas. En lugar de representar al cuerpo, la muestra lo hace sudar: lo empuja hacia una zona de incomodidad sensorial que interrumpe la lógica anestesiada del deseo como consumo. No hay aquí cuerpos completos ni narrativas cerradas, sino restos, prótesis, fragmentos que insisten en su incompletud.
Desde una sensibilidad poshumanista, Cielo sudado despliega una crítica situada de los regímenes que organizan el deseo en América Latina: desde la heteronorma hasta la economía farmacológica. Pero lo hace sin solemnidad, desde una poética táctil, lúdica, tropical, donde el humor, la parodia y el exceso se combinan con el duelo, la memoria y la resistencia.
“No se trata de un lamento sobre la precariedad, sino de una afirmación de las estrategias, tecnologías y prácticas a través de las cuales estos cuerpos insisten en existir y gozar, incluso — o especialmente — cuando las condiciones no son ideales” afirma Ferreira. En ese sentido, Cielo sudado no sólo exhibe obras: propone un umbral. Un espacio de transformación donde la vulnerabilidad se vuelve potencia y el deseo, terreno fértil para imaginar lo aún imposible.
Bruno Ferreira: Cielo sudado
Galería Hilario Galguera
En Cielo sudado, Bruno Ferreira (Brasil, 1986) despliega un cuerpo de obra que se construye desde la fricción: entre lo íntimo y lo colectivo, lo erótico y lo político, lo humano y lo animal. Instalaciones, esculturas y objetos se entrelazan en un paisaje sensorial donde lo corporal no se representa: se performa, se encarna, se desborda.
Lejos de toda contemplación pasiva, la muestra activa zonas de tensión en las que el deseo se presenta como un campo de batalla simbólico, afectivo y material. Ferreira, cuyo trabajo se inscribe en una estética queer latinoamericana, aborda problemáticas vinculadas a la marginalidad y la economía libidinal desde una práctica especulativa que no busca ilustrar, sino implicar: envolver al espectador en una atmósfera compartida de sudor, calor y ambigüedad.
Cada obra en Cielo sudado funciona como un dispositivo sensible que interroga las formas en que el deseo se articula con el poder, la normatividad y el archivo. Sombrillas, lenguas, frutas, órganos, maniquíes, animales y medicamentos se presentan no como símbolos fijos, sino como superficies porosas, abiertas al intercambio, al contagio, al gesto.
Ferreira propone una política del cuerpo que no se expresa como discurso, sino como energía: una política encarnada que trastoca las tecnologías contemporáneas de la visibilidad, del control, de la farmacología. En su obra, el erotismo se desmarca de lo meramente sexual para devenir ritual, exceso, juego y disciplina. Lo queer no se ofrece como identidad, sino como orientación: como posibilidad de desvío.
“Parto del cuerpo, del contacto físico, de una superficie cargada de afecto”, señala el artista. Desde ahí, la exposición se despliega como un laboratorio de ficción libidinal donde se ensayan modos alternativos de habitar el deseo: como archivo, como memoria, pero también como potencia de mundo.
Las obras se presentan como fragmentos de relatos abiertos: escenas suspendidas que sugieren otras formas de organización del placer. En Tropical, la ambivalencia marca el tono de la muestra: piernas masculinas sostienen un paraguas del cual cae una lluvia artificial, en un gesto tan absurdo como siniestro. La imagen remite a los modos en que los cuerpos se visibilizan y se ocultan en el espacio público, atrapados entre el deseo de mostrarse y la necesidad de protegerse.
En Gloria, dos órganos cerámicos se deslizan por la pared hasta encontrarse en el suelo, en una configuración que evoca tanto el glory hole como el beso. Lo íntimo se entrelaza con lo
grotesco, en una coreografía donde la ternura y la obscenidad se rozan sin fundirse. Aquí, el deseo se inscribe como zona micropolítica, donde lo posible aún no está del todo escrito.
Cocos presenta una arqueología ficcional del placer: piezas grabadas con gestos eróticos conviven con frutos naturales. Como en los vasos griegos, lo erótico es también narración, pero aquí se graba sobre superficies donde se tensionan los límites entre archivo y fetiche, entre reliquia y residuo.
En Tic Tac, cápsulas modeladas en cerámica se ensartan como si fueran íconos comestibles del régimen farmacopornográfico. La obra apunta no sólo a la medicalización del cuerpo, sino a la administración del goce como forma de control.
En Juego de papeles, un animal de cerámica aparece contenido en una valija, como vestigio de un viaje imposible o evidencia de una investigación inconclusa. La escena alude tanto al imaginario inicial del VIH como a una crítica al exotismo tropical desde una óptica queer, donde el mono — figura desplazada, imitativa, entre lo humano y lo animal — se convierte en un espejo grotesco del deseo y sus políticas de representación.
Ferreira construye un paisaje afectivo donde el calor, la humedad y el sudor se revelan como fuerzas políticas. En lugar de representar al cuerpo, la muestra lo hace sudar: lo empuja hacia una zona de incomodidad sensorial que interrumpe la lógica anestesiada del deseo como consumo. No hay aquí cuerpos completos ni narrativas cerradas, sino restos, prótesis, fragmentos que insisten en su incompletud.
Desde una sensibilidad poshumanista, Cielo sudado despliega una crítica situada de los regímenes que organizan el deseo en América Latina: desde la heteronorma hasta la economía farmacológica. Pero lo hace sin solemnidad, desde una poética táctil, lúdica, tropical, donde el humor, la parodia y el exceso se combinan con el duelo, la memoria y la resistencia.
“No se trata de un lamento sobre la precariedad, sino de una afirmación de las estrategias, tecnologías y prácticas a través de las cuales estos cuerpos insisten en existir y gozar, incluso — o especialmente — cuando las condiciones no son ideales” afirma Ferreira. En ese sentido, Cielo sudado no sólo exhibe obras: propone un umbral. Un espacio de transformación donde la vulnerabilidad se vuelve potencia y el deseo, terreno fértil para imaginar lo aún imposible.
Bruno Ferreira: Cielo Sudado
Galería Hilario Galguera
In Cielo Sudado, Brazilian artist Bruno Ferreira (b. 1986) presents a body of work built from friction: between the intimate and the collective, the erotic and the political, the human and the animal. Installations, sculptures, and objects intertwine within a sensorial landscape where the body is not represented: it is performed, embodied, and overflows.
Far from passive contemplation, the exhibition activates zones of tension in which desire emerges as a symbolic, affective, and material battlefield. Ferreira, whose work aligns with a Latin American queer aesthetic, addresses issues linked to marginality and libidinal economies through a speculative practice that seeks not to illustrate, but to implicate: to envelop the viewer in a shared atmosphere of sweat, heat, and ambiguity.
Each piece in Cielo Sudado functions as a sensitive device questioning how desire intertwines with power, normativity, and the archive. Umbrellas, tongues, fruits, organs, mannequins, animals, and medicines appear not as fixed symbols but as porous surfaces, open to exchange, contagion, and gesture.
Ferreira proposes a politics of the body expressed not as discourse but as energy: an embodied politics that disrupts contemporary technologies of visibility, control, and pharmacology. In his work, eroticism breaks away from the merely sexual to become ritual, excess, play, and discipline. The queer here is not identity but orientation: a possibility of deviation.
“I begin with the body, with physical contact, with a surface charged with affection,” the artist notes. From there, the exhibition unfolds as a laboratory of libidinal fiction, experimenting with alternate ways of inhabiting desire: as archive, as memory, and as world-making force.
The works appear as fragments of open narratives: suspended scenes that suggest new configurations of pleasure. In Tropical, ambivalence sets the tone: male legs hold an umbrella from which artificial rain falls, a gesture both absurd and sinister. The image recalls how bodies are made visible and concealed in public space, caught between the urge to appear and the need to protect.
In Gloria, two ceramic organs slide down the wall to meet on the floor, evoking both a glory hole and a kiss. The intimate merges with the grotesque in a choreography where tenderness and obscenity brush against each other without fusing. Here, desire inscribes itself as a micropolitical zone, where the possible remains unwritten.
Cocos presents a fictional archaeology of pleasure: engraved ceramic pieces coexist with natural fruits. Like Greek vases, the erotic here is narrative, but one carved into surfaces that blur the boundaries between archive and fetish, relic and residue.
In Tic Tac, ceramic capsules are strung together like edible icons of the pharmacopornographic regime. The work points not only to the medicalization of the body but to the administration of pleasure as a form of control.
In Juego de papeles (Role Play), a ceramic animal rests inside a suitcase, part relic of an impossible journey, part trace of an unfinished investigation. The scene alludes both to early HIV imagery and to a critique of tropical exoticism from a queer lens, where the monkey—shifted, mimetic, between human and animal—becomes a grotesque mirror of desire and its politics of representation.
Ferreira constructs an affective landscape where heat, humidity, and sweat are revealed as political forces. Instead of representing the body, the exhibition makes it sweat—pushing it toward a sensory unease that disrupts the anesthetized logic of desire as consumption. There are no complete bodies or closed narratives here, only remnants, prostheses, and fragments that insist on their incompleteness.
From a posthumanist sensibility, Cielo Sudado offers a situated critique of the regimes that organize desire in Latin America: from heteronormativity to pharmacological economies. Yet it does so without solemnity, through a tactile, playful, tropical poetics where humor, parody, and excess intertwine with mourning, memory, and resistance.
“It’s not a lament on precarity,” Ferreira affirms, “but an affirmation of the strategies, technologies, and practices through which these bodies insist on existing and enjoying—especially when conditions are far from ideal.” In this sense, Cielo Sudado does more than exhibit works: it proposes a threshold, a space of transformation where vulnerability becomes strength and desire, fertile ground for imagining the impossible.
Bruno Ferreira (1986, vive y trabaja en São Paulo) es un artista visual cuya práctica abarca escultura, pintura, video e instalación. Su obra investiga el erotismo y la sexualidad a través de organismos que se multiplican y formas que oscilan entre atracción y extrañeza. Al explorar la tensión entre deseo y goce, placer y dolor, vida y muerte, revela el cuerpo como un territorio inestable donde se encuentran el sueño y lasátira. Más allá de la fluidez entre cuerpo y naturaleza, su obra enfatiza lo grotesco y lo violento como fuerzas que atraviesan el deseo y modelan nuestra experiencia corporal.
Estudió Audiovisual en la UFSCar (2010), Escultura en la USP (2017) y obtuvo un Máster en Poéticas Visuales en la USP (2015), con un intercambio académico en la Université Paris VIII (2015). Ha realizado exposiciones individuales, entre ellas Rodador (25M, 2025), Cegarega (25M, 2023), A trama do limo (Biblioteca Mário de Andrade, 2023), Hiância (Oficinas Oswald de Andrade, 2021), Venda quente [...] (Arte Passagem, 2020), Dioramas (CCSP, 2017/2018) y Verso (Casa Dona Yayá, 2015), y ha participado en exposiciones colectivas, entre ellas O Cru e o Cozido (Galeria Athena, 2022), Verbo (Galeria Vermelho, 2018) y el 43º SARP (MARP, 2018).
Bruno Ferreira (1986, vive y trabaja en São Paulo) es un artista visual cuya práctica abarca escultura, pintura, video e instalación. Su obra investiga el erotismo y la sexualidad a través de organismos que se multiplican y formas que oscilan entre atracción y extrañeza. Al explorar la tensión entre deseo y goce, placer y dolor, vida y muerte, revela el cuerpo como un territorio inestable donde se encuentran el sueño y lasátira. Más allá de la fluidez entre cuerpo y naturaleza, su obra enfatiza lo grotesco y lo violento como fuerzas que atraviesan el deseo y modelan nuestra experiencia corporal.
Estudió Audiovisual en la UFSCar (2010), Escultura en la USP (2017) y obtuvo un Máster en Poéticas Visuales en la USP (2015), con un intercambio académico en la Université Paris VIII (2015). Ha realizado exposiciones individuales, entre ellas Rodador (25M, 2025), Cegarega (25M, 2023), A trama do limo (Biblioteca Mário de Andrade, 2023), Hiância (Oficinas Oswald de Andrade, 2021), Venda quente [...] (Arte Passagem, 2020), Dioramas (CCSP, 2017/2018) y Verso (Casa Dona Yayá, 2015), y ha participado en exposiciones colectivas, entre ellas O Cru e o Cozido (Galeria Athena, 2022), Verbo (Galeria Vermelho, 2018) y el 43º SARP (MARP, 2018).
Bruno Ferreira (b. 1986, lives and works in São Paulo) is a visual artist whose practice spans sculpture, painting, video, and installation. His work investigates eroticism and sexuality through multiplying organisms and forms that oscillate between attraction and strangeness. By exploring the tension between desire and pleasure, pain and delight, life and death, he reveals the body as an unstable territory where dream and satire converge. Beyond the fluidity between body and nature, his work emphasizes the grotesque and the violent as forces that permeate desire and shape our bodily experience.
He studied Audiovisual Arts at UFSCar (2010), Sculpture at USP (2017), and earned a Master’s degree in Visual Poetics at USP (2015), including an academic exchange at Université Paris VIII (2015).
Ferreira has held several solo exhibitions, including Rodador (25M, 2025), Cega-rega (25M, 2023), A trama do limo (Biblioteca Mário de Andrade, 2023), Hiância (Oficinas Oswald de Andrade, 2021), *Venda quente [...] * (Arte Passagem, 2020), Dioramas (CCSP, 2017/2018), and Verso (Casa Dona Yayá, 2015). He has also participated in group exhibitions such as O Cru e o Cozido (Galeria Athena, 2022), Verbo (Galeria Vermelho, 2018), and the 43rd SARP (MARP, 2018).